miércoles, 10 de julio de 2013

Depresión

Lo peor de la depresión es que solo la entiende el que la ha pasado o quien ha tenido a alguien cerca sufriéndola.
         Recuerdo al principio, cuando estaba todavía sin diagnosticar. Fui al centro de salud, al servicio de urgencias de la tarde, porque tenía mucha ansiedad. Yo, pobrecico mío, quería que me recetaran Dogmatil, que es un medicamento que en realidad es para los mareos y los vértigos y que había tomado alguna vez cuando estaba muy nervioso de niño. Un medicamento que se puede comprar sin receta, pero eso lo supe después.
         Allí había dos pedorras de médicos más jóvenes que yo que se debían de creer que quería drogas o algo así. Les dije lo que me pasaba y ellas, que se creían muy listas, casi se reían en mi cara. Una de ellas me dijo:
                   ¿Estás tomando algún medicamento ahora?
                   No, ahora mismo no, pero suelo tomar Rinoebastel para la alergia.
         Y la idiota aquella me dijo:
                   Pues si te tomas eso a lo mejor ya no necesitas tomarte nada más.
         Y sin darme nada me largaron de allí. Me fui a la farmacia, pedí el Dogmatil y me lo dieron. Con aquel pequeño placebo y con un ansiolítico (Deanxit) que me pasó mi padre logré llegar a la cita con la psicóloga a la que iba desde hace años y ella me dijo que tenía una “depresión larvada”, es decir, una depresión que no se debía a nada que me estuviera pasando en ese momento si no que se había ido “larvando” durante años y que en ese momento se había desencadenado.
         Me dijo que seguramente había estado deprimido muchos años, desde la infancia, puede incluso que hubiera estado así toda la vida. En aquel momento todavía no sabíamos exactamente cuál era el origen de todo aquello. Me mandó al psiquiatra, que me puso en tratamiento y comencé a trabajar.
         Hay gente que no hace trabajo psicológico cuando tiene una depresión y lo deja todo en manos de la química. Hay personas que no toman nada y que solo hacen trabajo y luego están las que trabajan durante la enfermedad y además se medican. Creo que esta es la mejor opción.
         Cuando uno tiene una depresión hay una parte física: el sistema nervioso está agotado, desgastado, igual que pueden estar agotados, desgastados o dañados el estómago, el corazón o los pulmones y, para recuperar esta parte de la anatomía, hacen falta los fármacos. Es igual que el deportista que se ha lesionado una pierna y que toma relajantes musculares, antiinflamatorios o analgésicos para recuperar los músculos y luego hace rehabilitación. La ventaja del cerebro es que es posible a veces empezar a trabajar en la mente antes de que el cerebro en sí este curado físicamente.

         Recuerdo a esas pavas de médicos y pienso que son la constatación de que una mujer, al igual que un hombre, también puede ser médico y médico idiota.

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