lunes, 16 de marzo de 2015

Cajas

               

  Estoy rodeado de cajas que contienen partes del pasado. Me empeño en conservarlas como si algún día fuéramos a abrirlas como si no hubiera pasado nada, y si,  ha pasado.
   
            Todos esos libros, discos, papeles y recuerdos, deberían estar en las estanterías de nuestra casa que con tanta ilusión preparamos para ellos. Hoy que vivimos en una habitación prestada ocupan, amontonados  por los rincones, un espacio que pertenece a las personas y que en este caso ni siquiera nos pertenece a nosotros mismos.
     

          Las cosas   sufren mucho encajadas puesto que se las somete a una incertidumbre y a una angustia para las que no fueron creadas y en sus contenedores inevitablemente envejecen al padecer las emociones humanas que allí las llevaron .
    Cuando un día salen de allí  aunque haya pasado poco tiempo ya son viejas porque durante su cautiverio presienten en la oscuridad un futuro incierto y demoledor, de hecho las que ya entraron siendo mayores comienzan a pensar enseguida en su propia la muerte.

        No es fácil darse cuenta de que las cosas que hay dentro de las cajas en realidad ya acabaron su existencia:
     Tuvieron una vida corta, una muerte prematura.

    Las cajas que ya están llenas contienen algo ya determinado, finito y por tanto son emocionalmente más manejables.
    Sin embargo las vacías, las que todavía esperan a ser llenadas, son las que  más peso tienen y más espacio ocupan en mi interior  porque contienen todo el peso de la pre-ocupación y de todo lo que todavía no existe: del futuro

   

     


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