jueves, 23 de abril de 2015

La gravedad de las palabras

       

   Las palabras tienen gravedad. Fuerza de la gravedad. Hay que tener cuidado con ellas porque nos rondan por dentro sin permiso,a sus anchas por la cabeza y allí también pueden hacernos daño.

  Son como asteroides que se escapan de sus cinturones espaciales y una vez puestas en camino rompen el equilibrio de las órbitas de los planetas y de los satélites.

   Hacen y deshacen el equilibrio de todas las relaciones  y sobre todo, una vez pensadas y dichas, o no dichas, cambian nuestro mundo interior y nuestro pasado para siempre.
 

lunes, 20 de abril de 2015

Expertud



La experiencia  sigue siendo tan importante como lo ha sido siempre pero la falta de respeto hacia los mayores tiene consecuencias dramáticas que unidas al mito moderno de la juventud hace que sean los jóvenes los encargados por la sociedad de perseguir ese ridículo objetivo llamado "la excelencia".

   A mi me parece que si llegáramos todos al nivel de la mediocridad habríamos logrado un hito grandioso e inalcanzable.

  Este absurdo y equivocado concepto de la juventud está convirtiendo la madurez en vejentud y la experiencia en expertud.

     Adelante valientes e inconscientes jóvenes, a vosotros os toca como ya lo hizo Alejandro "Magno" acabar de destrozar el mundo.

     A los demás os recuerdo que por razones de salud no se debe comer la fruta cuando está verde, hay que comerla siempre, siempre, cuando está madura.

jueves, 16 de abril de 2015

A verte

                                               





Fui a verte y volví a sentir el arrullo de la carretera cuando subí solo al autobús de vuelta.
     
       En aquella mesa mientras comíamos nos dijimos muchas cosas, algunas fueron duras para mi, otras muy hermosas y fueron estas últimas las que me hicieron más daño.

      Me hubiera quedado contigo si hubieras hablado de nosotros, si me hubieras visto de verdad, si no hubieras estado jugando, sin saberlo, entre mis heridas, si no me hubieras contado un cuento, si hubieras querido venirte conmigo.

     Por eso después de verte subo al autobús y a falta del tuyo vuelvo a sentir el arrullo de la carretera y siento que no me encuentro bien en ningún lugar del mundo.

viernes, 10 de abril de 2015

Mudanza

 

     Dicen que tres mudanzas equivalen en términos de desgate emocional a un incendio. Yo he vivido con horror algún conato de incendio que por suerte no fue a más y juro que en algunos momentos de algunas de las mudanzas que me han tocado en suerte hubiera deseado que todas aquellas cajas hubieran ardido espontáneamente.

     Si estás a punto de hacer una mudanza y puedes permitírtelo haz la siguiente prueba:
 
     Coge una maleta mediana, llénala con lo imprescindible e inicia un viaje de quince días. Te puedo asegurar que cuando regreses habrá cosas dentro de la maleta de las que no te habrás ni acordado.

     Por otra parte cuando haya pasado más o menos un año después de haberte mudado y te queden cajas por abrir hazte la siguiente pregunta ¿Si estas cajas sin abrir se quemaran o se inundaran o me fueran robadas echaría algo de menos? no lo creo,  puesto que si fuera así no seguirían cerradas..

    ¡Que miedo tenemos a dejarnos algo abandonado en la casa de la que nos marchamos y perderlo para siempre! cuando la realidad es que cuando nos mudamos nos vamos porque todo aquello que nos hubiera gustado hacer o tener o vivir ya se ha quedado atrás, se ha ido quemando lentamente  por dentro poco a poco.

    Nos vamos porque ya no podemos conservar y por tanto tampoco llevarnos con nosotros lo importante.

   Por eso tres mudanzas equivalen a un incendio porque cuando nos marchamos tres veces  llevamos  aproximadamente en nuestro interior la misma cantidad de cenizas que si todo hubiera ardido por fuera.
 

miércoles, 8 de abril de 2015

La sartén. Una historia violenta.

                                                                 

   Duermo en un pueblo costero en febrero vestido en medio de la humedad y del frío.  A las 5. 30 de la madrugada un hijoputa comienza a golpear todas las persianas de los bajos del mi edificio que en estos meses están deshabitados.

   Pienso en que ya que estoy vestido podría ir a la cocina , coger una sartén, meterla en una bolsa de plástico, bajar a la calle y haciéndome el borracho acercarme al imbécil ese para golpearle en ambas rodillas con la sartén utilizando la técnica que en tenis se conoce como "revés a dos manos" pero como esto sería ilegal y después tendría que matarlo para no salir trasquilado decido ponerme los tapones de los oídos que siempre tengo en la mesilla . 

   El hijoputa vuelve a despertarme un par de veces más pero se jode porque ya no me molesta tanto y cuando lo hace lo hace desde una ahogada y profética lejanía.

    Al final caigo rendido de frío y de sueño preguntándome porqué soy tan prudente y tan respetuoso con las leyes que nadie  parece  preocuparse  en   hacer cumplir. Pienso, en ese duerme vela previo al profundo sueño, que lo mismo es que no tengo huevos para tanta sartén , lo que también podría ser cierto

   Al día siguiente pasa lo mismo pero en esta ocasión decido que el hijoputa no me va a joder las pocas noches de descanso que he tenido esta temporada y bajo con la sartén camuflada en la bolsa, le rompo de un solo golpe ambas rodillas y el mastuerzo cae al suelo a peso mierda como un pelele . Le sacudo otro sartenazo en el cráneo para dejarlo todavía más inconsciente de lo que ya es y le arrastro hasta la playa dejándolo dentro del agua para que la poética marea haga el resto del trabajo.

    A partir de esa misma noche duermo como un bendito y ni siquiera miro los periódicos locales para ver si "ha sido hallado un hijoputa ya cadaver en extrañas ( aunque para mi familiares) circunstancias"

   Tomo un café en una terraza mirando el mar de invierno y pienso para mis adentros :

   Al fin y al cabo ¿Quién iba a sospechar del Sr. Artiach en los jardines con una sartén de cocina? 

   Sonrío y respiro satisfecho el aire frío y salado del Mediterraneo en invierno.


   

   

martes, 7 de abril de 2015

Frío

   

   Hay momentos que se vuelven tristes con el tiempo, pasados muchos años, cuando uno comprende mejor la importancia de algunos detalles que en principio parecían insignificantes, cuando uno llega por ejemplo y por casualidad, a una casa sin calefacción y al sentir de nuevo un frío antiguo este le transporta a momentos de su vida en los que de niño pasó tanto frío en su cuerpo pequeño de forma natural, sin importarle.

       En ese instante uno se pregunta:

 Así que ¿este es el frío que conocí de niño sin que a nadie le importase, sin que nadie lo evitara, porque alguien me envió a aquellas casas, hacia aquél frío a sabiendas?

   Entonces aquel frío y aquellos momentos se vuelven tristes, implacables, desesperanzados.

miércoles, 1 de abril de 2015

Comida de trabajo

 

 Como en el trabajo  en la esquina de una  estrecha encimera  en cinco minutos de pie. No quiero sentarme  aunque tampoco tendría donde,  y amodorrarme. Todavía quedan muchas horas de trabajo.

     Mientras se calientan las judías blancas que he traído de mi casa me como un plátano.

     Dicen que es bueno comerse la fruta antes del primer plato pero yo lo hago por ganar tiempo, claro.

     La encimera está en una cocina pequeña. En realidad esta  cocina ni siquiera es una cocina ,  es un office o lo que en español debiera llamarse antecocina solo que esta antecocina no da a una cocina si no a un patio de luces al que no se puede acceder.

     Mientras como en este reducido espacio de unos dos o tres metros cuadrados, a menudo coincido con los dos cocineros que allí trabajan y aunque una va de mañanas y el otro de tardes, a veces cocinan juntos a la hora de comer .

     Entonces comienza todo. Las puertas de las cámaras frigoríficas, de la nevera, de los hornos y del microondas comienzan a abrirse y cerrarse tras los pasos de mis compañeros y yo, plato de judías en mano, engullo y comienzo a moverme con todos ellos en un baile que ni el mismo Nureyev sería capaz de coreografiar.

    Por fin el yogur, con cuchara grande, de nuevo la rapidez. Acabo y vuelvo de nuevo a la barra. Tomo mi café mientras les sirvo a los clientes los suyos  atado de nuevo a esta  surrealista noria de producir.

    Mientras escribo estas lineas pienso  que así es la vida de todos nosotros o al menos la de de la mayoría de la gente y me felicito de tener fuerzas todavía para  llegar a casa  y poder contarlo.