lunes, 11 de enero de 2016

Paz



  Una tranquilidad pasmosa invade el bar chino. Es domingo, no hay tele, ni música, ni clientes, ni ruidos.

  Doy vueltas al café y contemplo por primera vez en mucho tiempo los círculos concéntricos que yo mismo provoco con mi cucharilla. Esto es lo que tiene estar más libre de estímulos externos, puedes ver cosas que en medio del follón habitual pasarían desapercibidas.

  Cuando empiezo a preguntarme, ante tanta paz, si estaré muerto, disfrutando por fin del sueño de los justos, entra una señora voceando y su grito es el pistoletazo de salida que pone en marcha toda la maquinaria.

   Se enciende la tele, la radio, empiezan a entrar clientes, comienzan los golpes, los movimientos de mesas y de sillas y los gritos, y yo, tras celebrar este único instante de tranquilidad y de paz, me pongo de nuevo los auriculares y hago que mi vida vuelva a empezar, esta vez esperanzado, porque la paz y el silencio son difíciles, pero existen, yo, los he visto.


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