sábado, 11 de junio de 2016

Mi dentista.



   Estoy contento con mi dentista y soy fiel a su consulta. Es un gran profesional, cuidadoso y partidario de la mínima intervención. Además en momentos difíciles ha tenido a bien facilitarme el pago de sus inestimables servicios.

   Un día estábamos los, dos tenaza a boca y por un momento sentí una punzada de dolor.

  - Ay, articulé yo como pude para avisarle.
  - ¿Te hago daño? preguntó él.
  - Ud poco, contesté.
  - Jajaja, rió ¡Esto no es nada!...esto no es nada comparado con el daño que sé hacer yo, susurró  siniestramente a mi oído, lo que unido a las anteriores risas hizo que se me helara la sangre y que me vinieran a la memoria los torturadores de la Santa Inquisición de la Santa Madre Iglesia.

   Nunca más me he vuelto a quejar en su sillón, la verdad es que ahora los dentistas no hacen daño y jamás se me ocurriría  cambiar de dentista.

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