martes, 18 de octubre de 2016

Guepardo.



  El guepardo salta a la carrera en una milésima de segundo y alcanza su máxima velocidad en otro instante. El aire, antes inofensivo, golpea con fuerza sus párpados y los tallos de la maleza arañan su bella piel rayada. Al caer, tras cada salto, sus pezuñas sufren contra las piedras y contra la aridez del suelo terroso y duro de la sabana.

  De todo esto el guepardo nunca se queja. No exhibe sus debilidades y así nadie sospecha que a veces pasa hambre cuando se le escapa una presa.

  En esta astucia descansa la dignidad y la belleza del guepardo cuando arranca, cuando duerme, cuando descansa, cuando está quieto, cuando observa, cuando piensa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario