viernes, 28 de octubre de 2016

Ni el menor interés




  No tengo el menor interés. Dicen que en eso consiste también mi enfermedad, en no encontrar el placer en la vida, no, en las cosas pequeñas tampoco, pero yo sé bien que no es sólo mi sistema nervioso el que causa todo esto, es también, el hartazgo de la violencia cotidiana de fondo cuando uno no se acostumbra ni se resigna a ella, cuando uno se cansa de luchar con todos para que al final nadie consiga nada.

   Nadie puede culparme de mi falta de entusiasmo por el fútbol, por los actores, por las actrices, todos iguales, por unos talones cada día más bonitos unas axilas cada vez mejor depiladas y cada vez por más tiempo, por los yogures con laxante incorporado, por las gafas "de marca" , por los nuevos grupos musicales (por llamarlos de una manera en la que todos podamos saber de lo que estamos hablando), por los nuevos best sellers, por las pirámides, por los dinosaurios, por el Yeti, por las últimas fotos retocadas de las "modelos" de moda, que han pasado en cincuenta años de ser maniquíes a ser "estrellas" ¡pobres estrellas! ( me refiero a las de verdad, a las del cielo). Ni siquiera se puede estar interesado, sin sentir verdadero dolor, por esta política tan económicamente violenta.

  Están dejando al mundo sin contenido y acabarán quedándose, por puro entretenimiento, como ya pasa con el dinero, hasta con tus más profundos pensamientos y también, por ser insaciables, con tus más íntimos sentimientos.

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