Veo a diario gente que vive como si fueran moribundos llenos de morfina yendo y viniendo de un lado a otro sin llegar a ninguna parte.
Su forma de pensar es el enfado la segregación, siempre ajena, su meta reprimida.
Me dan ganas a veces de darles un puñetazo en la boca y después decirles " por fin" como haría siempre, por su propio bien, un maestro zen.
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