miércoles, 11 de octubre de 2017

Una mañana cualquiera de escritura

Una hoja seca entra por la ventana abierta de la biblioteca. Otra vez estamos sin aire acondicionado. Como mi vida misma, pienso, que tampoco está muy bien acondicionada.

Por eso paso aquí mis mañanas, en una huida que va desde mi herida interna, a los libros, al papel, sin pasar por el mundo.

Practico la escritura automática, escritura terapéutica para una mente enferma que intenta mantenerse a flote.

Podría quedarme en la cama pensando en el sexo, como hace tanta gente, pero entonces acabaría recordando el desconsuelo que siento cuando, tras aparearme, compruebo, una y otra vez, que no he regresado al útero materno.

El nacimiento no se supera. Espero que la muerte se supere, que sea  La Nada, que es lo único que puede acabar con la soledad, que es la angustia que acompaña a la existencia.

Me diréis que también en el mundo hay amor, y es cierto. El amor es un alivio, pero no la solución al dolor existencial porque el amor nos ata a la vida.

La vida es el recuerdo que se hace y el recuerdo es la herida.

Aquí, como digo, hay una ventana abierta, aunque con poca caída, al patio del albergue de transeúntes. Si me arrojara por ella, si cediera, dejaría paradójicamente de ser un transeúnte.

Me levanto, recojo la hoja seca y la tiro por la ventana. La devuelvo al mundo al que pertenece.

Yo vuelvo a mi silla, a mi sitio, a mi escritura.

Hoy mi pluma, cargada de tinta azul intenso recorre el blanco papel como surcaría Moby Dick los celestes mares. Circundando el el planeta que nos sustenta, resentida, pero al fin y al cabo todavía viva y libre.


2 comentarios:

  1. Lo malo viene cuando de la pluma no sale tinta azul sino tinta roja. Saludos, J.R.Miranda
    Puedes leerme en
    cuadernodeatropellos.blogspot.com

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