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jueves, 31 de diciembre de 2015

Viaje



  Voy en un tren y en una parada sube un mujer que se sienta justo detrás de mi. Oigo como saca el teléfono y teclea. Doy el silencio del viaje por perdido, ya resignado a escuchar una o varias conversaciones intranscendentes cuando escucho por primera vez su voz, suena grave y a la vez delicada y firme, no grita, pero sus palabras llegan a mi con una claridad perfecta. gracias a una también, perfecta dicción.

- Buenos días, dice, si, yo también lo siento, ha sido muy duro, estaba sufriendo mucho.

   Por los silencios de ella intuyo que al otro lado de la linea hay otra persona inteligente y sensible que escucha y no dice obviedades, lo que hace que la conversación vaya tomando giros inesperados.

- Schubert, si, papá quería Schubert. El quinteto de los dos violonchelos, ese tan bonito, La versión de Pau Casals.

  Se da la circunstancia de que conozco la grabación, la he oído miles de veces, Schubert la compuso cuando sabía que iba a morir y es maravillosa, es como si en ella cupiera toda la belleza de la vida y de la muerte. No se si yo la soportaría en un funeral, estoy seguro de que lloraría o que me tendría que marchar de allí.

- Si, se van a ir de ahí echos polvo, continúa,  pero bueno, para eso sirven los funerales, para que la gente tome conciencia de que esa persona a la que quieren ha muerto y que ya nunca podrá volver, así que esa música cumplirá perfectamente su función, bueno, hasta luego, se despide, luego nos vemos.

 La señora apaga el teléfono y vuelven el silencio y los ruidos del tren. Todo ha quedado impregnado de su conversación. Yo al menos siento en el aire del vagón una tensión que puedo respirar.

  Ella se va a bajar en la siguiente estación, se levanta, coge sus cosas y una vez en el pasillo se vuelve para colocar la maleta correctamente, en ese momento nos miramos directamente a los ojos, no puedo más que sentir la tristeza que empapa su mirada, aprieto los labios en un gesto de empatía y compasión contenidas. entonces ella se da cuenta de que he oído toda la conversación y de que se que es lo que le ocurre. Me devuelve el gesto con una media sonrisa ahogada.

 - Hasta luego, me dice.
 - Hasta luego, contesto, y luego en un tono más íntimo le digo, mucho ánimo.

  Me sonríe esta vez abiertamente. se gira y desaparece entre los otros viajeros del tren que van bajando de él lentamente.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Tocando por la playa... tres historias cortas, cortas.



  Tenía por aquel e unos veinte años y una novia Venezolana. Ella era estudiante de económicas y no quería volver a su país. Sus oportunidades laborales allí eran ínfimas, porque en aquellos tiempos, había en Venezuela una ley, que obligaba a las empresas a contratar un 80% de personas nacidas en el país y mi amiga, a pesar de haber vivido allí toda su vida, había nacido en Perú.